Y llega un día en el que te levantas, te reconoces, registras la persona que hay detrás de ti, te sientes bien contigo mismo y te das cuenta que nadie, absolutamente nadie, podrá tirarte abajo por ninguna razón si tú te sabes bien.
Y por eso … de repente … sin querer queriendo vuelves a sonreír, a mirarte en el espejo, a que te agrade lo que ves, a sentirte fuerte, a querer escuchar música y a tener ganas de seguir caminando.
Es que en definitiva, al principio y al final, solo tú eres dueño de tu vida y de tu actitud.