En algún momento de la vida sentimos que el mundo se detiene.
Es una mera (pero dura) sensación y evidentemente es inexistente, porque puede pasar cualquier cosa pero el mundo continua girando y el minuto del reloj rodando…
Y es allí cuando tenemos siempre dos opciones.
O bien hundirnos y transformarnos en victimas (del sistema, de las injusticias, de los otros).
O bien potenciarnos y transformarnos en personas capaces de superar pruebas y seguir “pa´lante” con la cara levantada, el pecho en alza y una sonrisa en la cara.
No sin llorar, no, jamás, esos momentos también requieren duelos, también requieren conciencia, también requieren meditación, también requieren lágrimas…
Pero no son eternos y en nosotros está el convertirlos en batallas o en destino, en querer ser héroes de las pruebas de nuestra vida o mártires de lo malo que nos pasa.
Pero es que todo gira y la vida -como dice un amigo muy querido- es algo así como un péndulo y mientras estamos del lado bueno sepámoslo disfrutar, pero cuando estemos del malo seamos concientes que va a ser pasajero, solo pongámosle impulso para tal vez poder hacer un poquito de fuerza extra y variar el sentido de forma mas rápida.
Los túneles siempre terminan, serán mas largos, serán mas cortos, pero son solo túneles, y mientras les atravesamos de nosotros depende si estamos preparados para cuando finalicen ver la luz, encandilarnos, o demorar tanto tiempo padeciendo su recorrido que al llegar a su fin estemos exhaustos.
El mundo gira, la vida gira, nosotros giramos….