Me saco las zapatillas, me saco las medias, me tumbo … siento la humedad sobre mis vaqueros (ayer llovió …) … juego con la arena … entre los dedos de los pies … entre los dedos de las manos … qué linda sensación!
La gente corre, la gente camina, conversan, miran, están pero no están en la playa -a veces creo les resultaría lo mismo estar allí como en un parque, como en un camino, como en un campo- y yo los miro pero sin verlos.
No sé si tengo frio o si tengo calor … es el viento que mezclado con el sol de Septiembre me enloquece el termostato … y por eso me saco y me pongo mi buso rojo tantas veces como me lo pide el cuerpo.
Pasan los minutos o tal vez las horas, veo un velero recorrer de este a oeste toda mi panorámica.
De repente unos transeúntes se me sientan al lado … conversan en voz alta … me molestan … teniendo toda la playa me resulta injusto invadan mi espacio.
Casi me hacen rozar el mal humor cuando me doy cuenta que listo, ya esta … disfrute lo suficiente del lugar mientras duro … me levanto, voy por mi bici, regreso a mi casa … y pienso que incluso los sitios por mas placenteros puedan habernos sido a veces dejan de serlo, y por ende … debemos levantarnos, continuar la marcha y estar abiertos a cruzarnos con otros para nuevamente tumbarnos y disfrutarlos mientras dure esa sensación.