Tengo distintas cajitas (de distintas texturas y orígenes) que me acompañan desde hace mucho tiempo.
En todas hay recuerdos, pero los tengo como en compartimentos…
Unas dedicadas a cada una de mis hijas, otra totalmente a mí, otra a lo que no me quiero cruzar más pero no tengo el valor de tirar, otra de cartas importantes que me han escrito, otra de piedritas que he ido juntando…
Y así, y así… he ido acomodando momentos en cajitas…
Hace unas semanas, mi hija mayor me pidió algo que yo sabía tenía en una de ellas, la abrimos juntas y fue un salto a mi nostalgia… pero un regalo sorpresivo para ella.
Ese mismo día me tenté y abrí -pero ya sola- la de las cosas que no quiero ver más… Había de todo allí, piedras y palos, alguna pluma, conchitas de mar, caracolas, algún dibujo…
No me dieron escalofríos el verlos, mas bien me robaron sonrisas al vacío… Tal vez porque ya entrando en años de madurez, puedo comprender que cada una de esas cositas que significan pequeñas huellas, me regalaron parte mi manera de ser.
…
Y tengo otra cajita, algo más grande… ya imaginaria… que siguiendo los consejos de alguien, pongo allí todo lo que no consigo descifrar y que entiendo mejor apartar, para que no me consuma energía innecesaria.