Estoy en mi auto con un amigo extranjero… necesito saber cómo llegar a un lugar y saco un mapa de la guantera… está todo pegado con cinta scotch.
Mi amigo se empieza a reír… tanto por el estado del mapa (desconoce que yo al mapa lo quiero porque me lleva acompañando muchos años) como por mi actitud… Me pregunta cómo no utilizo gps o la aplicación de mapas del celular.
Yo le explico que no sé utilizar nada de eso, ni me interesa saberlo… que incluso la mayoría del tiempo mi teléfono no está conectado a Internet y que además muchas veces “juego probándome” a no usar wathsapp por días…
…
Mi celular tiene tres años… no vuela… creo que apenas planea… pero gracias a que no vuela él, VUELO YO.
Y si bien es verdad que cada tanto colapsa… especialmente cuando tengo que actualizar cierto programa… termino solucionándolo.
Pero es que en mi coherencia… cómo puedo cambiar mi celular si aun funciona para hacer llamadas o mensajear… que en definitiva es lo que necesito.
…
Y confieso que no soy tolerante con las personas están conmigo e interactúan con su teléfono… Y en contraposición, me parecen extremadamente maravillosas las personas que prescinden de él.
Y también confieso que no atiendo el mismo si manejo, si estoy en mi “yo” o si estoy reunida… solo miro quien es para evaluar si es alguna urgencia… me niego a dejar de vivir instantes presenciales por usar el teléfono.