Hace más de tres años un brujo hechicero me regaló con todo su amor un arazá…
Poco sabia yo de ese brujo hechicero, de cierto tipo de amores y menos aun de lo que era la “planta” me regalaba.
Lo trasplanté a mi jardín… pero al pasar del año debí mudarme.
No quise fuera el jardinero quien pasara mi arazá a una maceta, lo quise hacer yo… por eso a pesar de que lejos estaba la magia en mi vida por aquellos tiempos… consulté al brujo hechicero sobre cómo tenía que hacerlo… y en parte, solo en parte, hice lo que él me indicó.
Pasaron los años, pasaron los veranos… y mi arazá nunca más dio frutos.
…
Pero yo no sabía que los arazá eran extremadamente sensibles, mucho menos que estaba conectado conmigo, que seguramente ese brujo hechicero hizo un conjuro con el… y que curiosamente -tal cual yo- mi arazá necesitaba paz para florecer.
Mi año pasado fue un año de maravillosa conexión interior… Hoy de mañana cuando salí al jardín, vi unos frutos amarillos en su momento sublime… y me los acabo de comer… saboreándolos con una precisión especial… por su mágica relación con mi existencia… y como agradecimiento a la vida y a la magia que hay detrás.