Trece años fui al mismo colegio… que me quedaba lejísimo de mi casa.
Como tuve la “suerte” de que me llevaran y trajean en auto… mi única ilusión se conformaba en que me permitieran una vez cada tanto regresar en ómnibus a casa.
Lo gracioso es que pasaron las décadas y yo sigo adorando tomarme la misma línea: el D1.
Ese recorrido mayormente sobre el río, a una altura suficiente como para tener una gran perspectiva, con mi música en los oídos y con la posibilidad de alejarme del Mundo durante todo el trayecto… incluso poder soñar despierta.
…
Iba a un reunión, el tráfico era una locura, adoré estar arriba de un ómnibus y no manejando… llegaría tarde, pero la reunión “multitudinaria” comenzaría perfectamente sin mí y sabía que con la suficiente concentración la podría alcanzar pronto…
Mientras, la misma canción se repetía una y otra vez en mis oídos… una de Bono con Pavarotti que me recuerda los capítulos de la vida… y me hace vibrar porque siempre me ayuda a tomar conciencia del que estoy viviendo.