Cruzaba el Parque de los Alcornocales… lo veía todo tan seco… pero aun así se me iban los ojos por abarcarlo …
Hacía unos días que habían comenzado a confluir en mí diversas emociones, todas dulces pero muy variadas… me auto definía como una ensalada de frutas.
Allí al volante se me cayó una lágrima, quitándome gracias a ella cierta presión interior…
Sentía la sensación absoluta de que volvía a casa… como si nunca me hubiera ido, como si no hubiera pasado el tiempo…
De repente, El Estrecho, mi querido Estrecho… divisar el Peñón, luego más de cerca visualizar África… agradecer el viento de Poniente y su posibilidad de apreciarlo todo… en un santiamén sentí como si fuera “ayer” la primera vez que me los cruzaba.
…
Y pasaron casi nueve años y todos estaban igual y a todos sentía que quería y me querían como antes.
Y pasaron casi nueve años y nada dejó de asombrarme… ni lo conocido, ni lo que conocí.
Y pasaron casi nueve años y las mismas emociones me generaban las mismas personas.
Y me di cuenta de que un pedacito de mi se había quedado allí y lo reencontré, para volver a dejarlo y tener un motivo perfecto para ir a visitarlo… reencontrarme con una parte de mi.
(…) Y pasaron casi nueve años y comprobé que ya no le temía a las salamanquesas dentro de la casa, sino que por el contrario las miraba con cariño.