Y agarre esa tijera y empecé a cortar…. cortar y cortar…
Paraba, hacia otra cosa… me miraba en el espejo… y me decía “quiero más”… y seguía cortando…
Me observaba hacia adentro, porque no solo cortaba con ganas y euforia, sino que con lo cuidadosa con las lunas que soy, en la menos propicia y a conciencia… no era casual.
Sentía una sensación liberadora, que me pedía cortarme todos los centímetros que habían formado parte de ataduras del pasado, para experimentar la necesidad de empezar a ver crecer cosas nuevas… dejando de lado lo que debía hacer por lo que hacía en ese momento.
Dios me sabe buscadora, que los cambios los tengo como muchos el café de la mañana, pero con mi pelo, justo con mi pelo no.
Pasaron dos días, me miro al espejo y pienso en mis rebeldes pelos largos, esos que formaban parte de mi misma hacia afuera.
No obstante, sigo siendo yo… solo que más liviana.
…
La mente me había jugado una mal pasada, por estar justamente atada al pasado, y tal vez fue mi manera de revelarme contra ella… en una metáfora perfecta de lo que ansía mi vida.