Ciertos días uno siente que tiene tanto peso encima que se va a quebrar.
Y que cuanto mas dice y mas se esfuerza las cosas van a peor.
Tal vez lo mejor esos días, sabiendo que no duran más de 24 horas, sea tomarlos con sabiduría y paciencia.
Claro, eso se lo diría a alguien… pero yo no soy “alguien”.
A veces me pasa que me siento que la última persona del Mundo a quien sé aconsejar es a mi misma.
Aconsejo a mis clientes, aconsejo a las asociaciones a las que pertenezco, aconsejo a mis amigos cuando me lo piden… pero a mi no me sé aconsejar.
O peor aun, una parte de mi me dice cosas que la otra no entiende, o no puede desde ningún punto de vista llevar adelante y mis propios consejos se transforman en palabras sin sentido en mi mundo interior.
Resulta tan fácil ver la paja en el ojo ajeno, algo mas difícil verla en el propio pero extremadamente difícil sacársela de uno mismo.
Hoy llueve en esta ciudad y hay un sinfín de nubes grises, tengo un sueño atroz propio del no dormir y ciertas cosas que encarar que me requieren una actitud positiva.
Tengo dos opciones… pensar que llueve para que las plantas crezcan o mimetizarme con la lluvia hasta en su falta de color.
Tengo dos opciones … tomarme un café cargado de pilas y hacer una excepción en mi estructurada vida permitiéndome recostarme en algún momento del día o dejar mi cara librada al sueño y por ende hacer las cosas a medias.
Ay, ay, ay… evidentemente yo que tanto me exijo me tomaré un café y tratare de pensar que las plantas se están potenciando.
Ya lo de la actitud es un consejo a mi misma, que puede que lo asimile como puede que no…
Aunque siempre anhelo que si.