Me llevó su tiempo darme cuenta que conformo una nueva categoría con sus características asociadas.
Aparentemente …
Los separados no batallaron o no supieron pelear por sus matrimonios en las épocas complicadas que pone la vida de prueba…
Los separados no han pensado en sus hijos antes de en ellos mismos…
Los separados no han sabido mirar para un costado cuando es mejor hacer la vista gorda en beneficio de otras cosas…
Esas frases se reiteran pero no son ciertas, por lo menos no son verdades absolutas … aunque se las escucha como si lo fueran.
Parecería inviable suponer que uno pueda separase porque luchó pero sabiamente se dio cuenta que ya no podía hacer nada más.
O que uno pueda separarse porque justamente puso la armonía de sus hijos por arriba de otro tipo de circunstancias.
O que uno pueda separarse porque no es hipócrita y no puede mirar para un lado sino que necesita mirar de frente.
O que uno pueda separarse por tomar conciencia de que la vida es una sola y se tiene derecho a ser feliz.
Qué pena que en sociedades como la que estoy inmersa se fomenta la «cultura del envase» y por ello es mejor visto permanecer en matrimonios vacios a ser «separado».
Personalmente no estoy orgullosa de esta categoría nueva, de hecho veo a mis hijas y lagrimeo, pero tampoco tengo vergüenza de ella y no puedo asumir como verdadero premisas que no son ciertas en la mayoría de los casos.
Porque el estar separado es una decisión tanto más legitima, difícil y dolorosa que el permanecer en un matrimonio simulado.