Me levanté, subí las cortinas, abrí las ventanas, preparé el café, calenté el pan, salí al jardín, olí el mar, escuche las olas …
Y en ese instante me di cuenta que había curado mi corazón.
Terminé el café, preparé las valijas, me duche rapidito y me fui a caminar a la playa a decirle gracias al océano.
Por sentirme bien y por haber aprendido en esta etapa nuevas cosas sobre mí, de mis errores, de lo que no quiero, de lo que sí quiero y muy especialmente porque a pesar de todo quiero seguir zambulléndome en la vida sin miedo.