Cuando la escuchaba hablar… no daba crédito de lo que oía.
Cuando la miraba… era como si esos ojos no fueran los ojos de alguien que yo conocía.
Sentí que la persona estaba en frente mío no era quien yo creía…
Me había puesto en su piel para entenderla pero ella no solo no lo había hecho conmigo sino que me había juzgado ya … a pesar de mi retracte, de haberme culpado hasta de lo que no debía por esa vorágine de dolor que lo hace a uno reconocer lo que no ha hecho mal por desesperación.
Me había equivocado con las formas y tal vez no había dado lo que se esperaba de mí, pero no fue con mala intensión que no lo di.
…
Cuando «se fue» no se me cayó ni una lagrima… aunque si tenía el corazón partido … entré volando a la casa, me mire en el espejo y me impuse un “arriba mujer”.
Ya bien de noche fui a darle un beso a mis hijas mientras dormían, les susurre pidiéndoles perdón por haber estado angustiada, me metí en la cama y rece por mi paz.