Cuando tenía unos quince años, mi mejor amiga se fue a vivir a México…
Desde entonces hasta hoy he coexistido con un continuo movimiento de desarraigos…
Me he ido yo y se han ido de mi lado personas con las cuales mi vida sin ellas tiene «un antes y un después».
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Estaba en una exhibición e ilógicamente no conversaba con nadie preguntando nada, pese a que todo me interesaba.
Recibí una llamada de una amiga… hablamos de algo típico, pero al cortar tuve la necesidad de verla y abrazarla.
Me fui antes de la muestra… tras varias cuadras con tráfico de viernes y donde parecería todas las calles estaban a contra sentido del que quería tomar, me encontré con mi amiga.
Mi amiga se sentó en mi auto… y al toque percibí me iba a decir algo… y cuando me dijo “quiero contarte algo”… ya sabía lo que ella me iba a decir y se me encogió el corazón.
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Odiosos desarraigos… es indefinible el dolor que emana cuando una persona con la que tenes una sintonía mágica se va lejos de tu vida…
Porque sabes que la vida continuará… sabes también que quedaras marcad@ con esa persona para siempre y por siempre… pero también sabes que luego… con la distancia en el medio… algunas cosas seguirán siendo iguales pero otras ya no…
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Yo necesito abrazar y que me abracen, acariciar y me acaricien, mirar las pupilas de los ojos y me miren las mías… y para todo ello las distancias físicas constituyen injustos muros impenetrables.