Ando manejando tras dejar mis pequeñajas en el colegio, es una mañana de otoño, llevo la ventana abierta para sentir el fresquito y voy cantando la misma canción que repito y repito desde que me subí al auto… voy totalmente concentrada en mi mundo interior.
En un momento el trafico está detenido por ser hora pico… y el auto de al lado me toca bocina, me hace señas baje la ventana… dócilmente lo hago… y me llevo “la sorpresa”.
Un hombre con acento madrileño me dice algo así como “No soy de aquí, estoy de paso, pero a Montevideo la recordare como la chica de la camioneta azul que cantaba una mañana con los pelos al viento….”
Soy consciente que lo miré con una gran sonrisa entre vergonzosa y anonadada… a lo que el audaz hombre agregó “y con esa sonrisa”…
Los autos de atrás tocaron bocina… y continuamos la marcha cada uno por su lado.
Qué regalo me dio ese ser con su espontaneidad…
Por lo pronto me dieron más ganas de cantar hasta llegar a casa, pero cambié la canción nostálgica por una más alegre… y me sentí lindamente valorada.