Si me dan a elegir… me quedo con el mar.
Porque la tierra, el campo, me da paz pero no me hace vibrar.
Si me dan a elegir… me quedo con el mar.
Porque la tierra me permite estar más peinada, no me genera cambios abruptos, pero no me hace brillar.
Si me dan a elegir… me quedo con el mar.
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El mar te permite ser valiente, sumergirte en invierno, sorprenderte con ballenas y delfines, respirar el agua salada, absorberla con los poros… el mar es la ausencia de la monotonía pues jamás una ola es igual a la otra…
El mar es noble y cuando está enojado le ves alterado… sus peligros… están perfectamente individualizados… no te va a pillar un tiburón en la orilla si estas en unas aguas donde el no habita… a lo sumo te picará una aguaviva… pero aún así si estas atento la vendrás venir.
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Vivo en una ciudad que sus costas no tienen mar sino río, pero cada tanto y cuanto… los vientos fuertes del este me regalan un sabor a sal… y sé que mirando el horizonte de mi río alcanzo a divisar mi querido mar… tan cerca de mi espacio que casi lo puedo tocar.
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Le pregunté a un hombre una vez si estaba enamorado de la chica con la que salía y él solo me respondió “me da paz”… evidentemente para algunos lo externo (incluso el amor) se basa en si es generador de paz… y eso es esencial y suficiente.
No cuestiono a los demás, más para mí la paz la llevo conmigo con mi coherencia interior, y en todo lo relacionado con lo externo más que paz busco chispear… y por eso me quedo con el mar.
Yo también…