Y te llega un día, tras una innumerable serie de días complicados, con un sinfín de cosas que tuviste que hacer que no entendiste cómo pudiste resistirlas sobre tu espalda de lo que pesaban, de lo variadas que eran… pero que las solucionaste en lo posible… podes respirar más liviana… y sobreviviste lo mejor que pudiste.
Tu cuerpo se da el lujo de sentirse muy cansado, por primera vez en días te ves en el espejo del auto y te encontrás con unos ojos que no son los tuyos pero que sabes durmiendo bien se irán, sentís que tal vez hasta te engripes porque has comido mal, has dormido mal, has tomado frío y el cuerpo esta como pasándote factura… hasta ´´el mismo ya se lo permite… antes no podía porque tenía que permanecer fuerte.
Y te encontras con el sol, con media hora de espera obligada, con un jardín inmenso y unos robles maravillosos que te miran… y tu que venís del último momento de stress del día de esta semana “diferente”, habiendo llorisqueado delante de tus alumnos ante la despedida de alguien… te das cuenta que tu querida Naturaleza te llama en el sitio donde estás… y le haces caso… sin importarte un comino lo que hagan las otras gentes o lo que piensen de ti… te aíslas de todos, te tiras al pasto, cerras los ojos, sentís el aire, escuchas los pájaros… y esperas a que de un rato a otro suene un timbre y vayas por una personita que te mirara con alegría, no entenderá tu cansancio pero te recordara que tu sos su sol con solo mirarte.