Siempre me han dado miedo las tormentas… de chiquita me tapaba con las sábanas y me dejaba solo un huequito para respirar, ya más grande hacia entrar a mi perro Kunta al dormitorio para que me acompañara, luego me fui a vivir a lugares donde no habían tormentas… pero ahora nuevamente las padezco.
Me imagino que si un día el Mundo se termina no lo hará un día de sol sino un día de tormenta.
Y el único lugar donde me siento “algo” segura si es de día y hay tormenta es en mi casa, por eso cuando meteorología las anuncia evito todo movimiento posible.
…
Pero resulta que hoy me vino la ansiedad de regresar a mi casa tras unos días fuera… Yo sabía desde hace un par de días que se avecinaba una tormenta fuerte para la madrugada y en mis cálculos proyecté regresar a casa antes… pero no lo hice.
Y no tuve mejor opción que agarrar mi auto para hacer carretera en plena tormenta.
Era como si estuviera haciendo el acto más masoquista pudiera hacer dentro de mis posibilidades… me dirigía cada vez más a las nubles negras y la lluvia era cada vez más fuerte, rayos aparecían por un lado y otro del horizonte… y yo me moría de miedo.
Pero cuando uno es la persona mas grande con la que está, cuando uno está solo, es quien tiene que asumir la situación y ponerle coraje… y necesariamente tiene que hacerlo a pesar del miedo… sin dejar que éste nos paralice y nos deje momificados.
Y pasé casi dos horas realmente feas en la carretera, sumado a que fue un momento para pensar demasiado en tiempos en que no quiero pensar… Y metafóricamente lo comparaba con la vida…. cuando pasamos tormentas que llamamos problemas o dolores… tormentas que a nadie le gusta pasar… Y que frente a ellas hay varios tipos de gentes… las que esperan a que se vayan, perdiendo incluso los momentos o por el contrario esperando mejores momentos, las que las atraviesan, y las que se achican y se anulan.