Estoy subiendo al avión y caigo en la cuenta que había imaginado este regreso con Ernesto… él me conto su historia a la ida y era justo yo le contara la mía a la vuelta.
Lo busco, lo llamo… y no hay rastro de Ernesto.
Me siento en el primer asiento… despega el avión… y pienso cuánto me hubiera gustado compartir con Ernesto lo que me “llevo” conmigo.
De repente… me viene una necesidad extrema de ponerme a escribir… no me alcanzan los papeles, la azafata me trae servilletas, se me acaba la tinta y el hombre de al lado me presta su lapicera… escribo y escribo… mientras las lágrimas fluyen de mi interior… son lágrimas de iluminación… como las letras de mis manos… y cada letra que sale y cada lágrima que brota es una liberación para mi Alma.
La inspiración es absoluta… y recapacito con que esa vuelta es mía al cien por ciento… mirando las nubes, desparramando la magia que viví en algo tan tangible como las palabras… no solo el avión vuela sino también mi Alma.
…
Gracias Ernesto por la ida, gracias Ernesto por no haber estado a la vuelta.