En este Mundo tan incoherente en el que vivo, en el que vivimos…
Me cruzo, como siempre me sucede… en el instante menos esperado… con personas que marcaran mi vida por lo que me dicen, por lo que me enseñan, por lo que me muestran sus ojos… en el lapsus de menos de una hora.
…
Voy a un lugar donde sé que todo ya termino, para ver si alguien quiere le lleve a otro lugar donde sé que todo está por empezar… y allí la veo a ella… solita… sentadita… esperando… con cara de paz pero sintiendo que ese no es su lugar… esa mirada… la cual también había visto el día anterior… en un lugar que poco le pertenecía… en realidad a nadie… pero menos a “nosotros”.
La invito a que venga conmigo y nos vamos… y en mi auto… nos quedamos conversando… tenemos que abrir las ventanas porque hace calor… aunque el olor del aire nos dice que está por llover… y se siente aire de mar… se lo hago saber… porque ella es de la montaña profunda… le digo que inspire.
Cuando bajamos tengo ganas de agarrarla del brazo, y cada tanto para cruzar calles lo hago, siento la suavidad de su piel y me emociono porque soy consciente que estoy tocando un Ángel persona… de esas que hacen, que luchan con amor y con paz, y marcan épocas de la historia.
Comienza a llover, seguimos caminando, es tan lindo mojarse en verano… es que ella quiere ver el río, el río de la plata… y tan marrón esta el río… pero aún a mí que vivo aquí… igual no deja nunca de sorprenderme su amplitud… y siempre pero siempre me siento agradecida de ese pulmón de agua que esta tan cerca de mí.
Cruzar la rambla me permite en las veredas tomarla del brazo más tiempo del necesario con la excusa de los autos… pero es que mi corazón me dice que la persona que va a mi lado… es puro amor en el Alma.
Me siento agradecida con los momentos me da la vida, los cruces, los encuentros… con seres de luz… repletos de accionar… con ojos que muestran sus corazones y caras de vida vivida.
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Y en ese mar de juicios que uno no debería de hacer pero hace… recuerdo mis horas en la mañana, en la comunión de mi hija… escuchando un sacerdote que nos dio muchas reglas frías… que todo el tiempo me recordó cuan formal puede ser mi religión si se la encara de esa manera y que con su “sermón” solo me generó desazón, falta de amor y ganas de levantar mi mano para decir que no reflejaba inclusión ni amor de Dios.
Es que el amor de Dios está en las personas no en los discursos… está en la vida espiritual no en la religiosa… y está en las acciones no en las palabras… y mucho menos está en las formalidades.