Estoy en la azotea de mi casa, llevo ya una hora y pico aquí…
No sé si estoy escondida o muy visible… lo que sí sé es el motivo por el cual estoy aquí… impregnarme de la luna llena.
Hace dos semanas exactas, en la noche rodé por mi escalera, aún recuerdo la sensación de que me iba a matar o quedar con alguna secuela grave, mientras mi cuerpo se patinaba entre los escalones sin control alguno, y aún recuerdo el fuertísimo dolor que sentí en mi brazo derecho cuando quedé en el final de los escalones paralizada…. llorando de dolor y de susto con la compañía de mi perra que me vino a «rescatar».
Esa noche no pude volver a dormir… por el dolor, por el susto y por el hecho de que horas antes de acostarme había tenido una conversación con una persona que me había mostrado una faceta de ser humano tan ”amorosa” que era casi irreal y trataba de descifrar lo que Dios quería yo viera con esa charla que tuve …
Al día siguiente estuve a punto de cancelar una “reunión” a la cual no tenía ganas de ir, pero no lo hice… y esa reunión me marcó … con más dolor que el propio dolor del brazo.
Y pasan los días, ya tocando catorce… y estoy bajo la luna llena… y me siguen doliendo el brazo y la reunión… cuando los toco, cundo los pienso, cuando apoyo el codo… pero sé que no me rompí nada adentro… es un dolor que me recuerda incluso lo que me podría haber pasado pero que no me pasó… y también sé que es un dolor que con el tiempo va a menguar hasta un día desaparecer…
…
Ay la luna, la luna, si hablara la luna llena podría recordarme tantos suspiros, tantos dolores, tantas alegrías, tantas caídas, tantas levantadas …. tantas cosas que viví y que pasé… tanta vida.