Observaba como se servía el café…
A las prisas, chorreaba por los costados (realmente sin necesidad) … y con el azúcar lo mismo… la cuchara a la taza y luego al tarro, dejando el polvo blanco manchado, y un surco en la mesa.
De repente fui consciente que frente a todos aparentaba la perfección y la limpieza, pero allí, allí mismo era el ejemplo de la dejadez.
Todo tirado… a modo de mueblería… o tal vez un tinglado de cosas varias sin criterio ni orden.
Salí al jardín y me senté en el deck a esperar… sí, a esperar bajar a mi estado de conciencia.
Para así poder sentir, sentir y sentir una liberadora paz interior respecto a mi persona.
Y me vinieron unas ganas locas de compartir un café sin chorrear, sin esperar y sin apuro… con alguien que tal vez para afuera no demuestre nada asombroso, pero que para dentro sea nada mas y nada menos que una persona sepa disfrutar un café.