Tres minutos faltan para las doce de la noche, y allí estamos las tres entrelazadas mirando una vela … a las doce nos damos un profundo abrazo … colocamos al “niño” Jesús en el pesebre… y si bien estamos tristes… a la vez es tan fuerte lo que nos unió ese momento… que hay mucho amor en nuestro ambiente y lo sentimos.
Para poner un tono jocoso al momento, les digo que voy a pedir algo (lo que no hago jamás) y les cuento lo que voy a pedir… y ellas tan puntillosas acotan cosas a “mi pedido”.
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Llueve, llego tarde, paso la puerta y me siento “en casa” por más que justo allí nunca he estado… llega El , y lo enloquezco con mis planteos, pero El desde que me conoce sabe que le voy a decir lo que pienso, para yo misma aclararme y rumbearme mientras hablo con El … y además, según El siempre “regreso” por lo que algo «pasa» en mí.
A hora y media, a pura charla del corazón, con mis medias a rombos movilizándose para romper lo gris del sitio, le pido un consejo… y se rie… y me lo da… y ya me voy a ir, cuando me pregunta por mi vida cotidiana… y le cuento, y le cuento algo… y al contárselo y el repreguntar… tomo conciencia.
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Mediodía de un día de semana, me desvió para hacer lo que nunca hago, pero que tengo necesidad de hacer… desde que llego me emociono… no puedo dejar de cantar y con el canto lagrimear… y de repente lo que escucho siento que está dirigido a mi… y entrelazo… y entrelazo… y al salir me llega la respuesta exacta, la que le pregunte hace unos días atrás a El.
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Los caminos personales son muy particulares, inclusive y sobre todo los caminos que conducen a Dios… si no se sigue el rebaño y se sigue al corazón.