Hacía cinco días que no podía conciliar el sueño… caía la noche y por más cansada que hubiera estado de día, no me podía dormir, me despabilaba.
La altura, el campo energético de ese territorio, la intensidad de las conversaciones con la gente… vaya a saber la causa…
Y esa era mi última noche allí… había sido un día “completo”, “intenso”, enteramente “verdadero”… con lagrimones gordos incluido.
De un momento a otro, el viento se empezó a sentir como si se fuera a llevar el techo, y luego todo lo que encontrara…
De repente, un ruido seco… miro por la enorme ventana… se había ido la luz, el pueblito había quedado en apagón, y gracias a ello se vislumbraba un paisaje por completo desconocido para mi… pues con el mero brillo de las estrellas, esa noche sin luna se podía apreciar solamente la silueta de los cerros tocando el cielo, captándose la gran magnitud del silencio y la oscuridad entre esos grises oscuros que se colaban entre las majestuosas montañas.
No me dio miedo… Me dio gratitud…
No me dio preocupación… Me dio fuerza…
Y así fue como capté el sentido de las cosas que ocurrirían …
Los fuertes vientos traerían cambios, un apagón a todos los adornos superfluos, para poder así visualizar lo realmente esencial, lo esencial a mi corazón en el camino de mi vida…