
Es media mañana y estoy ansiosa por la reunión que tendré. Comienza (lamentablemente vía zoom porque nos separan fronteras políticas) y de mis nervios mezclo las palabras… no soy clara… no digo lo importante… y mucho menos reflejo el análisis minucioso que antecedió.
De repente, por suerte, vuelvo a mí y puedo transmitirle a ese hombre la causa por la cual en este momento de mi vida, con su conocimiento y manera de ver el mundo, yo siento que él puede llegar a encauzarme y pulirme como nadie mejor en el camino que me toca transitar.
Le pido ayuda y le propongo algo… tener conversaciones de calidad cada tantos días… algo que él acepta, y me llena de emoción, porque es alguien cuya sabiduría es superior y su tiempo una escasez.
Lloro como una niña por el regalo de Dios… pues hace años que estaba en esta búsqueda.
…
Es de noche, he salido a cenar con un gran amigo mayor, al quien quiero mucho por la familia e historia que nos une, pero todo lo que me expresa es lo contrario a lo que de mis ideales y corazón brota, y mucho menos lo que deseo haya en el mundo, o los hombres de su estirpe sientan.
El sushi se me atraganta, la sangre me bombea fuerte… No sé si es que estoy enojada o si que estoy triste, o ambas a la vez, pero me siento mal, deseosa de regresar a casa pronto.
Quiero trasmitirle a ese hombre que su forma de ver el mundo ha ocasionado el mundo (poco equitativo y egoísta) el cual tenemos, no se si soy irrespetuosa o atrevida, pero se lo digo de buen ánimo… aun así, es peor a estar hablando con alguien que no habla mi mismo idioma.
Lloro de la impotencia, sin importarme donde estoy y la gente que está a mi alrededor.
…
Qué variedades se encuentra en la especie humana… por suerte me toca ser mujer en esta época.