Corría el año 2001 y estaba sentada en una esquina de un bolichito en Las Cañitas, un barrio de Buenos Aires, contándole una noticia a un amigo querido.
Mi amigo me dijo “Ojala que no pierdas la espontaneidad”
Tuvieron que pasar muchos años y correr mucha agua para que pudiera comprender lo que realmente me quiso decir y curiosamente me quedo grabado sin saber las razones.
Nunca perdí la espontaneidad pero si mucha de ella… y la culpa en ultima instancia fue mía…
Hoy en día con años encima, conociéndome mas, retomo mi vida desde esa esfera que tanto me ha caracterizado y trato de reubicarme en la misma.
No me resulta sencillo el reacomodarme… no porque no lo necesite, no porque no forme parte de mi… sino porque tengo todavía algunos moldes que debo de a poquito retirar de mi cascaron para reencontrarme con esa parte de mi en su totalidad.
Podrá ser difícil para quien no goce o no necesite la transparencia comprender este sentimiento, pero para aquellos que su norte es la misma seguro puedan entender cuánto se pierde si ésta se priva o se quiebra…