Hace cuatro años le pedí a una amiga que venía a visitarme, unas bellotas de alcornoque de un lugar repleto de recuerdos lindos.
Los alcornoques no son cualquier árbol para mí y quería tener uno de ellos cerca mío.
Muchas de esas bellotas prendieron, mas con el tiempo la mayoría murieron… pero sobrevivieron dos arbolitos.
Uno lo regale a mis padres, el otro lo conserve hasta este sábado.
Varias veces ese alcornoque dentro de su maceta me acompaño en el auto porque pensé regalarlo… pero siempre me faltaba “algo” para dar el toque final y darlo.
Me costaba desprenderme de él… no podía dárselo a cualquiera… pero ya era casi un “bonsai” de alcornoque” y no quería eso para él…
…
Hace unas semanas… tal cual caen las soluciones o las decisiones importantes (casi que en paracaídas, sin pensarlas y sin aviso) supe a quien tenía que regalárselo con una certeza absoluta.
A una amiga especial que vive en un lugar especial y que realmente quiere a su lugar de forma especial.
Igual demoré… demoré… y demoré en dárselo porque quería plantarlo yo… nunca me llegaba el momento ideal…. y lo postergaba. Pero como los momentos ideales no existen… y las decisiones hay que tomarlas si uno quiere cambios… como en este caso que mi alcornoque sea un verdadero árbol… este sábado se lo entregué… y para ser franca, feliz.
Si las vueltas de la vida lo determinan -y seguro que sí- tendré algún día bellotas de ese mismo alcornoque y las plantaré en una tierra mía que llegue a querer tanto como mi amiga a la suya.