Y salís con un semi desconocido que hasta hoy solo le decías «hola» por los vínculos en común tenías con él…
Y le contás tus últimos treinta y cinco días, y no hablas una sola banalidad.
Y le confesas que en las últimas semana te cambió la vida, que cambiaste de órbita y que gracias a lo «no tan agradable» te encontraste con un mensaje de la vida…
Y no lo miras con ojos de mujer, ni sentís que te mira con ojos de hombre… por lo menos eso esperas… porque no es lo que buscas ni deseas en este instante de tu vida.
Y le abrís tu Alma, en una confianza maravillosa que solo podes tener cuando inexplicablemente se da…. y curiosamente sabes que se refleja en la de él, porque en la absoluta sincronicidad de la vida, lo que decís sos consciente que le llega a su actual estado de existencia.
Y tras cinco horas de conversación, en un lugar perdido de la costa, una noche de semi lluvia, en un ámbito totalmente diferente a cualquier ámbito, y habiendo sido tu en tu soberbia y en tu vulnerabilidad… ya cuando te deja en tu casa, te pone una canción y te pregunta:
“Cúal es la pregunta más profunda que le podes hacer a un ser humano?
Y te deja en casa….
Y ahora voy yo…
Y es así cuando entro feliz por mi puerta porque siento que la vida evoluciona, que todo cambia si yo cambio… y que ya no estoy dando vueltas en una calesita sino que ando en un camino sin retorno que me cruza con quienes van en la misma sintonía y les interesa saber por donde va mi Alma.