Me levanto tras dormir divinamente bien…
Abro las persianas, y “del todo” la ventana… vivo en la ciudad pero es casi como “de afuera” mi respirar.
Hoy hay un sol fresquito que se cuela por todos lados y te roba sonrisas.
Bajo la escalera, saludo a mi perra y sigo abriendo persianas… la sensación de que entre la luz natural a la casa me reconforta y es el primer gran motivo que me hace levantarme todas las mañanas para arrancar el día.
Pongo a hacer café y ese olorcito me impregna la casa junto con el del humo que quedo de anoche por la estufa prendida… a los segundos se suma el de las tostadas.
Estoy descalza, con las piernas al aire porque ando de camisón y como se filtra un chiflete de aire frio que viene de la cocina, siento la maravillosa sensación en mi piel de estar dentro cuando afuera hace frio.
El silencio me acompaña, no necesito música, ni voces… sino escuchar el silencio… en él están mis palabras, mi “Yo”…
A veces creo que mucha gente necesita ruido y sobre todo de otras voces (o incluso de la propia) para alejarse de sí misma, de sus silencios…. y yo siento que a la inversa, necesito de mi silencio interior para poder convivir con otras voces sin perderme.
Hoy no organice nada, tengo invitaciones a diversos programas, pero no acepte ninguna, en todas simplemente dije “veré”… es que no quiero andar a las corridas, ni con obligaciones de cosas que me comprometí a hacer pero que luego llegado el momento no deseo hacer.
No sé si es rebeldía o extrema libertad, pero no me gustan las cosas impuestas (ni por mi).
Lo que si sé es que no es egoísmo, sino simplemente quererse (quererme) de verdad y querer de verdad, al punto de ser autentico con uno y con los demás.