Había soñado con él, y tengo que reconocer que me daba ilusión cruzármelo…
Y una mañana de domingo, bastante temprano, en un lugar completamente sin gente, salí de la casa doblando a la derecha, como solía hacer para ver la Iglesia así me quedaba en el recuerdo cuando estuviera lejos, pero recordé que debía de sacar la basura, por lo que regresé, tomé la bolsa, y agarré para la izquierda.
Medio minuto más, medio minuto menos… segundos más… segundos menos… hubieran marcado la diferencia, ni un alma humana en esa callecita peatonal… pero en la esquina me lo crucé… y me vino la audacia de saludarle, conversarle dos palabras, presentarme, y regalarle una revista.
Y pasó el tiempo, y entendí el sueño, y la causalidad se transformó en certeza de que alguien muy parecido a mí, podía ser mi gran amigo, mi abrigo, y mi compañero a la distancia.
Y de rescatarme con una campera en una montaña, pasó a rescatarme en mi aislamiento con una sonrisa.
Vivo con ilusión esperando sus noticias, y cuando me cuenta lo que acostumbra hacer en ese lugar perdido del mundo, no puedo entender cómo no le conocí antes, cuando estaba tan cerca de mi… porque hubiera sido mi mejor amigo… claro que sí, en otro capítulo de mi vida allí cerca de esa esquina donde nos cruzamos aquella mañana de domingo.
Tal vez hace tantos años atrás hubiera sido imposible… tal vez si… tal vez no… vivía tan cerca de mi… y yo de él… tal vez era porque lo debía de conocer en una esquina y no con voces sino con letras…. tal vez porque me tenía que poner el un nombre y no yo dárselo.
Eso si, a esta altura del incierto futuro, que más que nunca lo es, no sé si algún día me lo vuelva a cruzar, pero sí sé que en lo único seguro que tengo en mi paso por este mundo, al final de todo, nos encontremos en un lugar único donde están los últimos alcornoques costeros, para con sus cenizas y parte de las mías volver al ciclo de la Vida en otra dimensión.