
Es que el tiempo es relativo… y los relojes miden la organización de nuestras vidas, pero no pueden medir el tiempo.
Por eso hay personas a las que se necesitan minutos para conocerlas, y a otras en toda la vida no se las conoce… porque hay tiempos de calidad, y hay tiempos de pasar el reloj y nada más.
Cada día soy más selectiva con mi tiempo… no lo gasto, no lo desgasto, lo valoro, lo cuido, soy consciente de él.
Cada día disfruto más tiempo a solas, tiempos con Migo, y cada día le regalo mi tiempo, que es nada más y nada menos que mi vida, a personas que conscientemente me regalan el suyo y con quienes disfruto estar sin sentir que estoy perdiendo mi tiempo.
He aprendido a decir que no, a no gastar vida con quienes solo desean completar agendas… a irme si no deseo quedarme, a valorar mis horas de sueño para poder descansar y estar presente.
He aprendido a organizar mi tiempo y a gozarlo.
Y miro a mis hijas y veo el paso de la vida, y veo a mis padres y tomo conciencia de la finitud, y me miro al espejo y lejos de asustarme por mis arrugas las veo con amor, porque cada arruga simboliza un llanto de crecimiento o una carcajada de alegría que han pasado tiempo atrás.
La exquisitez de mi tiempo … eso he aprendido a querer, y con ello a valorar lo importante, la esencia… lo que perdura, lo intangible, lo verdadero… ese instante que se fue y solo lo atesora mi conciencia.