
Empecé el año de la forma más desalmada, solitaria e inoportuna que me podía pasar.
Para mí, que me muevo tanto y pienso más… el Covid que me penetró en el cuerpo me generó un dolor tan espantoso en la columna que me paralizó, y un cansancio tan extremo que me imposibilitó incluso pensar.
Empecé el año literalmente postrada doce días en mi cama… sintiendo que era surrealista, paradójico y cruel … pero demasiado causal para mi propia personalidad.
En realidad, todo sucedió tras Reyes, con una valija para vacaciones que perfectamente me podría haber servido para todo el año de la cantidad de ropa que puse allí… y recuerdo que dolorida y agotada debí agarrar mi auto y manejar cuatro horas para volver a casa… lo que en buen estado me hubiera llevado hora y media.
Atravesar el dolor del cuerpo extremo (porque no exagero diciendo que no me podía mover, pues ni la vuelta en la cama para mirar hacia el otro lado podía realizar), y la imposibilidad de concentración con absolutamente nada … atravesar eso… fue revolucionario para mi persona.
Incluso me tocaron esos calores extremos donde se caían hasta los pájaros de los árboles, y recuerdo que sudaba y sudaba pero como no me gusta el aire acondicionado no tenía otra más que padecerlo … siendo consciente que nada podía ser más contracorriente para mí que esa realidad.
Imposible de olvidar mi día de alta, fue el de la gran tormenta de Enero, y por suerte horas antes, me fui a la rambla y bajé a caminar a la playa, vi el cielo casi negro, sentí el olor de las nubes cargadas de agua…. y caminando sin dolor capté la importancia de ese presente con lágrimas de emoción … que culminó con un abrazo gigante de mis hijas que se reencontraron precisamente allí conmigo (a quienes no había podido ver en todos esos días).
Pasé todos esos días sola a nivel humano, mi compañía fue Olivia -mi perra-, quien curiosamente se instaló en mi dormitorio cuando jamás entra allí, y en ningún momento dejo de mirarme, y yo sentir que nuestros corazones latían al unísono.
Y llego al hoy… pasó el tiempo, por lo menos más de un semestre… pasaron varias cosas en estos tiempos… y me veo, en la misma cama, desayunando, mirando por la ventana, y escribiendo este dibujo …
Me transformé en una persona que no deja de ir a pilates por nada, pues ama estirar su cuerpo en esas camas elásticas que hacen que te creas que quedaras mas alta… que mas que nunca sube escaleras y renuncia a ascensores…
Me transformé en una persona que en las fiestas le gusta muchísimo bailar.
Me transformé en una persona que muchas tardes de fines de semana lo único que desea es estar sola consigo misma, a veces pensando, y otras tantas mirando el fuego o el jardín… pues mi propia compañía es como sagrada.
Me transformé en una persona que ante las adversidades, se le viene enseguida a la mente eso de que éstas también van a pasar, y ante los regalos maravillosos de la vida desea captarlos a pleno porque también sabe que éstos también van a pasar.
…
Y sí… haber estado inmovilizada doce días me inmovilizó la vida, para recordarme más acercarme a mí corazón, a mi cuerpo, a mi alma y a mi espíritu… ya que antes corría demasiado hacia afuera.