Son las 10 de la mañana y es la hora que debería de estar reunida con un cliente.

Pero aun sigo en casa… esperando lleguen por mis hijas.

En un instante decido llevármelas… soy tan puntual que me amarga llegar tarde… nos subimos al auto y me siento con impotencia porque excede mi control la previsión si dependo de otros.

Llego a la reunión, la misma es con dos hombres, enseguida hacen lo posible para que no me sienta incómoda ante el imprevisto de ir con mis hijas, las cuales comienzan a portarse como “reinas”… no es la primera vez me acompañan a reuniones de trabajo.

Pero… antes de los temas a tratar… los hombres me dicen que quieren darme un regalo… Me quedo sorprendida… máxime cuando veo el regalo tan personalizado han mandado a hacer para mi…

En esa mezcla de emoción con stress, en mi faceta más femenina me largo a llorar de lo que me sensibiliza lo que me dan… Mis hijas lo notan, vienen y me abrazan… y la escena de la reunión de trabajo se transforma en surrealista… con un tilde afectivo único.

…

La reunión fue maravillosa y muy productiva… y una vez más me demostró la vida que siendo “yo” los obstáculos e imprevistos son meros pasos a atravesar e incluso potenciadores.