Me cruzo con personas todo el tiempo, de todos las edades, de todas las clases, de todas las educaciones, de distintos medios, con distintos roles…

Voy por la vida caminando y mezclándome con miradas y palabras…

Pero freno y presto real atención solo con aquellas personas que sin decir dicen… porque sus ojos son francos, sus miradas certeras y la profundidad de sus palabras, por más escasas que sean, son caladoras.

No quiere decir ello que  a veces no me he comido “pollo por liebre”, pero ha sido solo al principio… porque lo que puede parecer de una manera o pueden “vendértelo” de una forma, con la realidad queda en evidencia.

A nivel de Naturaleza extra humana todo me asombra, hasta la hojita caída en la tierra por el viento que sopla fuerte.

A nivel de naturaleza humana solo me asombran las personas profundas, con las que puedo darme el placer de conversar con calidad, sin tratar de convencer y sin que deseen convencerme, hablando desde el corazón, compartiendo y disfrutando el saber y el no saber.

Cada día me he vuelto más reacia con las conversaciones sin sentido, con las personas superfluas, con la gente mentirosa, con la gente que no tiene empatía, con la frivolidad, con el snobismo…

Sé que no está bien no ser tolerante, y a veces siento que me voy a quedar sola con unos mínimos amigos y nada más… porque también sé que la profundidad no esta tan cerca como debería sino en la propia profundidad de la vida.

…

No tengo hábito alguno, no tengo rutina alguna, no tengo costumbre alguna… pero una vez al año paralizo mi vida porque tengo una cita, en un lugar sagrado, con gente muy profunda, para hablar de lo que nos venga desde el deseo del corazón… y ese es el único momento en que realmente me siento en mi tribu.